Bien; de esta obra se han escrito
parva de críticas. Les eché un vistazo a todas (las que seguían en línea) y veo
que todos están muy contentos con lo criticado ¿Qué decir entonces? Porque no
se trata de aguar la fiesta porque sí. Lo que sigue.
Apartado sobre el enfoque de las críticas.
Básicamente llaman crítica a un
formato muy curioso: una descripción del argumento y una explicación de lo que
al crítico de turno le parece que significa la obra. Esto último,
especialmente, es un espanto ¿A quién carajo le importa la lectura personal que
hace un individuo sobre una obra de arte? ¿Queremos que nos digan qué ver?
¿Queremos que nos expliquen el chiste? ¿Acaso una crítica es una excusa para
desplegar el mundo personal o las sabidurías de un crítico? A veces una obra de
arte requiere que tengamos cierta información para apreciarla en su plenitud,
pero claramente no es ese tipo de información. En fin; los críticos hablan del
tema, del mensaje (de lo que ellos suponen que es) y de esta manera restringen
la mirada de algún desprevenido que va al teatro a validar su supuesto bagaje
cultural (esos que cuando se dice algo medio intelectualoso hacen que sí con la
cabeza). Los críticos explican el chiste y encima lo hacen mal. Los artistas
(los que tienen algo de seriedad) cuando leen todas esas absurdas
interpretaciones, se cagan de risa.
¿Y por qué hablan de tema o del
mensaje? ¿Por qué se empeñan en demostrar su cultura, nombrando películas,
libros, cuadros, o pensadores a los que tal obra (a ellos) les remite?
Respuesta: Porque de teatro no
saben ni mierda.
Nobleza: Una sola nota que leí
sobre la obra en cuestión me sorprendió hablando con cierta propiedad sobre
procedimientos teatrales. Busqué quien era el autor y lamenté que se tratara de alguien que no es
santo de mi devoción, pero que admito, que de entre las ratas de biblioteca es
el que mejor entiende de que se trata la cosa: Dubatti. Aclaremos que entiende
una parte de la cosa (a Bartís, básicamente) y trata de llevar todo para ese
lado, con lo que empieza diciendo algo acertado y sigue con una serie de
pavadas.
Sobre la obra en cuestión.
Me gusta algo de Ajaka, me gustan
sus intenciones. Agradezco profundamente que no haga aquello que parece que
hacen todos. Lo aplaudo por eso. La obra no es una revelación que transformará
nuestras vidas, pero está muy bien. Veo acá (como era más claro en “Cada una de las cosas iguales”) una obra
con dos partes: una primera parte interesante, pero que (como en Cada una de las...) puede llegar a
resultar tediosa, y una segunda en donde estalla una teatralidad que justifica
el haber aguantado ciertas incomodidades (claro que sería bárbaro que no
estuvieran).
¿Cuáles serían las diferencias
entre esas dos partes? Las hay dramatúrgicas y las hay actorales.
En la primera parte la obra
funciona como una orquesta; más allá de los textos informativos que nos sitúan
en el lugar y la situación; los personajes (quizás deba decir la función de
los actores) son su discurso, o más bien fragmentos de discursos varios, frases
que se acoplan a una musicalidad general.
El movimiento escénico se da
mayormente por la rotación: habla uno, habla el otro, se arma un foco por allá,
después pasa para otro lado... Muy bien manejado desde la dirección. Y también,
musicalmente manejado desde la dirección (aclaremos a esta altura que se trata
de unos diez actores en escena).
Actoralmente diría que los intérpretes se
ajustan a moldes (lo llamo así para evitar la errónea dubattiada de hablar de
“estados”) y lo que se oye entonces, es algo parecido a recitados (cuando no se
recita expresamente). Parecido digo; sería algo así como si se estableciera que
tal frase se dice de ésta manera y “evocando” tal estado. Entonces, evadiendo
otro compromiso actoral que no sea cumplir con ese molde, los actores pueden
centrar su atención en el ritmo. Con lo que actúan de músicos y se rigen
actoralmente por reglas musicales (sí, sí, también son reglas del teatro, pero
déjenme hacerme el interesante). Ojo, (para el que no la vio) no estoy diciendo
que lo que dicen no siga un argumento, estoy describiendo un mecanismo.
Lo que no tienen los actores es
despliegue (tienen variaciones, distintos moldes), se ajustan a una partitura.
¿Y qué pasa? A grandes rasgos la partitura funciona, pero los fragmentos de
ideas que hacen a la mayor parte de los diálogos, son algo cansadores; quizás
porque amagan todo el tiempo a ser enunciados teóricos. Apelan a una
identificación de tipo intelectual (demasiado intelectual), apelan a un público
determinado, del ambiente, que entienda ciertos códigos o que no tenga problema
en fingir entenderlos. Comprendo que ésta es una elección y que tendría que ver
con el tema de la obra, sí; pero cansa y hace que se dificulte prestarle
atención todo el tiempo. Como diría uno de mis mayores: mucho gre gre pa` decir
Gregorio.
Me permito aquí una digresión porque es medio lo mismo: Cada una de las cosas iguales, se decía
una obra política. Si yo la miraba como una obra de teatro político, tenía que
decir entonces que era mala (porque políticamente era ingenua). Odié entonces
que se la vea así, o que esa fuera su pretensión, ya que teatralmente me
parecía buenísima (podría explayarme sobre esto pero no, porque es una digresión
nomás). A lo que voy es que, en mi opinión, si Ajaka limpiara, o dosificara, en
sus obras esa pretensión intelectual medio tilinga, las mismas serían maravillosas.
De onda.
Bueno, sumemos a esto algunas
imágenes muy logradas tanto desde lo estético como desde la generación de
sentidos. Y ahí la primera parte.
¿Qué marca el comienzo de la
segunda? La toma de protagonismo (dramatúrgicamente) del empleado de seguridad
y (actoralmente) de Mariano Sayavedra (que son el mismo, claro). Ingresa con
ellos una cuota de realismo y la porción de sensualidad (mirálo al gordito) que
da la fibra actoral y de la cual la primera parte prescinde y carece (no estoy
diciendo que los demás sean malos actores, no me hinchen las bolas, tienen otro
función).
Entonces la acción gana la escena
delirantemente y el movimiento deja de ser el cambio de foco de atención para
volverse movimiento posta. No es un quiebre total con los procedimientos de la
primera parte (como sucedía en Cada una
de las…), es más bien una sumatoria que garpa.
Resumiendo: me gusta algo de este
director. Me entusiasma. Vayan a verla ¿Qué carajo?
Modestamente soy una señora gorda y pienso que las puteadas no molestan cuando se dicen con justicia. De todos modos gracias Cocó, me diste ganas de ir a ver a Sayavedra...
ResponderBorrarAndá a verlos a todos! Saludos
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