jueves, 21 de marzo de 2013

La Orquesta de Ajaka. ¡Llegó la música!

(Sobre la obra "¡Llegó la música!", de Alberto Ajaka. Sala Escalada)

Bien; de esta obra se han escrito parva de críticas. Les eché un vistazo a todas (las que seguían en línea) y veo que todos están muy contentos con lo criticado ¿Qué decir entonces? Porque no se trata de aguar la fiesta porque sí. Lo que sigue.

Apartado sobre el enfoque de las críticas.

Básicamente llaman crítica a un formato muy curioso: una descripción del argumento y una explicación de lo que al crítico de turno le parece que significa la obra. Esto último, especialmente, es un espanto ¿A quién carajo le importa la lectura personal que hace un individuo sobre una obra de arte? ¿Queremos que nos digan qué ver? ¿Queremos que nos expliquen el chiste? ¿Acaso una crítica es una excusa para desplegar el mundo personal o las sabidurías de un crítico? A veces una obra de arte requiere que tengamos cierta información para apreciarla en su plenitud, pero claramente no es ese tipo de información. En fin; los críticos hablan del tema, del mensaje (de lo que ellos suponen que es) y de esta manera restringen la mirada de algún desprevenido que va al teatro a validar su supuesto bagaje cultural (esos que cuando se dice algo medio intelectualoso hacen que sí con la cabeza). Los críticos explican el chiste y encima lo hacen mal. Los artistas (los que tienen algo de seriedad) cuando leen todas esas absurdas interpretaciones, se cagan de risa.
¿Y por qué hablan de tema o del mensaje? ¿Por qué se empeñan en demostrar su cultura, nombrando películas, libros, cuadros, o pensadores a los que tal obra (a ellos) les remite?

Respuesta: Porque de teatro no saben ni mierda.

Nobleza: Una sola nota que leí sobre la obra en cuestión me sorprendió hablando con cierta propiedad sobre procedimientos teatrales. Busqué quien era el autor  y lamenté que se tratara de alguien que no es santo de mi devoción, pero que admito, que de entre las ratas de biblioteca es el que mejor entiende de que se trata la cosa: Dubatti. Aclaremos que entiende una parte de la cosa (a Bartís, básicamente) y trata de llevar todo para ese lado, con lo que empieza diciendo algo acertado y sigue con una serie de pavadas.

Sobre la obra en cuestión.

Me gusta algo de Ajaka, me gustan sus intenciones. Agradezco profundamente que no haga aquello que parece que hacen todos. Lo aplaudo por eso. La obra no es una revelación que transformará nuestras vidas, pero está muy bien. Veo acá (como era más claro en “Cada una de las cosas iguales”) una obra con dos partes: una primera parte interesante, pero que (como en Cada una de las...) puede llegar a resultar tediosa, y una segunda en donde estalla una teatralidad que justifica el haber aguantado ciertas incomodidades (claro que sería bárbaro que no estuvieran).
¿Cuáles serían las diferencias entre esas dos partes? Las hay dramatúrgicas y las hay actorales.
En la primera parte la obra funciona como una orquesta; más allá de los textos informativos que nos sitúan en el lugar y la situación; los personajes (quizás deba decir la función de los actores) son su discurso, o más bien fragmentos de discursos varios, frases que se acoplan a una musicalidad general.
El movimiento escénico se da mayormente por la rotación: habla uno, habla el otro, se arma un foco por allá, después pasa para otro lado... Muy bien manejado desde la dirección. Y también, musicalmente manejado desde la dirección (aclaremos a esta altura que se trata de unos diez actores en escena).
 Actoralmente diría que los intérpretes se ajustan a moldes (lo llamo así para evitar la errónea dubattiada de hablar de “estados”) y lo que se oye entonces, es algo parecido a recitados (cuando no se recita expresamente). Parecido digo; sería algo así como si se estableciera que tal frase se dice de ésta manera y “evocando” tal estado. Entonces, evadiendo otro compromiso actoral que no sea cumplir con ese molde, los actores pueden centrar su atención en el ritmo. Con lo que actúan de músicos y se rigen actoralmente por reglas musicales (sí, sí, también son reglas del teatro, pero déjenme hacerme el interesante). Ojo, (para el que no la vio) no estoy diciendo que lo que dicen no siga un argumento, estoy describiendo un mecanismo.
Lo que no tienen los actores es despliegue (tienen variaciones, distintos moldes), se ajustan a una partitura. ¿Y qué pasa? A grandes rasgos la partitura funciona, pero los fragmentos de ideas que hacen a la mayor parte de los diálogos, son algo cansadores; quizás porque amagan todo el tiempo a ser enunciados teóricos. Apelan a una identificación de tipo intelectual (demasiado intelectual), apelan a un público determinado, del ambiente, que entienda ciertos códigos o que no tenga problema en fingir entenderlos. Comprendo que ésta es una elección y que tendría que ver con el tema de la obra, sí; pero cansa y hace que se dificulte prestarle atención todo el tiempo. Como diría uno de mis mayores: mucho gre gre pa` decir Gregorio.

Me permito aquí una digresión porque es medio lo mismo: Cada una de las cosas iguales, se decía una obra política. Si yo la miraba como una obra de teatro político, tenía que decir entonces que era mala (porque políticamente era ingenua). Odié entonces que se la vea así, o que esa fuera su pretensión, ya que teatralmente me parecía buenísima (podría explayarme sobre esto pero no, porque es una digresión nomás). A lo que voy es que, en mi opinión, si Ajaka limpiara, o dosificara, en sus obras esa pretensión intelectual medio tilinga, las mismas serían maravillosas. De onda.

Bueno, sumemos a esto algunas imágenes muy logradas tanto desde lo estético como desde la generación de sentidos. Y ahí la primera parte.

¿Qué marca el comienzo de la segunda? La toma de protagonismo (dramatúrgicamente) del empleado de seguridad y (actoralmente) de Mariano Sayavedra (que son el mismo, claro). Ingresa con ellos una cuota de realismo y la porción de sensualidad (mirálo al gordito) que da la fibra actoral y de la cual la primera parte prescinde y carece (no estoy diciendo que los demás sean malos actores, no me hinchen las bolas, tienen otro función).
Entonces la acción gana la escena delirantemente y el movimiento deja de ser el cambio de foco de atención para volverse movimiento posta. No es un quiebre total con los procedimientos de la primera parte (como sucedía en Cada una de las…), es más bien una sumatoria que garpa.

Resumiendo: me gusta algo de este director. Me entusiasma. Vayan a verla ¿Qué carajo?

2 comentarios:

  1. Modestamente soy una señora gorda y pienso que las puteadas no molestan cuando se dicen con justicia. De todos modos gracias Cocó, me diste ganas de ir a ver a Sayavedra...

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